Mi nombre es Cecilia Zabala, soy ingeniera en recursos naturales renovables y actualmente me desempeño en el área de forestación del municipio de Guaymallén.
En relación con la responsabilidad frente al cambio climático, mi posición se encuentra más cercana a la planteada por Sergio Federovisky. Considero que no todos los países y sectores sociales tienen la misma responsabilidad. Sin embargo, en el contexto actual de globalización, donde las materias primas se extraen en un país, se ensamblan en otro y finalmente se comercializan en un tercero, la responsabilidad adquiere un carácter compartido. En este sentido, tanto el modelo de desarrollo del país productor como el de los países consumidores tienen un nivel equivalente de responsabilidad frente a la crisis climática.
Si bien en los últimos años se observa un aumento de acciones orientadas a mitigar los efectos del cambio climático —muchas veces presentadas bajo un enfoque de “hombre verde”—, la ausencia de normativas claras y de controles estrictos, tanto a nivel nacional como internacional, genera que dichas acciones resulten débiles y carezcan de un verdadero impacto mitigador. En esta línea, sostengo que el simple etiquetado de productos o la formulación de planes de reducción de gases de efecto invernadero no constituyen medidas suficientes si no se acompañan de mecanismos de control internacionales eficaces. Del mismo modo, asignar un valor económico a un pasivo ambiental es insuficiente si no existe un sistema de retroalimentación que permita monitorear, evaluar y corregir los resultados, garantizando que las medidas implementadas se traduzcan en cambios estructurales y no en meras declaraciones.
En el plano personal, reconozco que cada decisión de consumo implica una contribución. Sin embargo, considero que mi mayor aporte radica en mi labor dentro del área de forestación del municipio de Guaymallén, donde trato de que la gestión del arbolado urbano se realice con responsabilidad. Esta tarea no consiste simplemente en “colocar árboles”, sino en planificar su distribución y funciones como parte de una estrategia de adaptación urbana al cambio climático.
Finalmente, destaco como aspecto fundamental el trabajo con adolescentes, a quienes transmito que los árboles urbanos no forman parte de una acción aislada, sino de un plan integral de adaptación y resiliencia.