No, no todos los países ni sectores sociales tienen la misma responsabilidad. Hay diferencias marcadas en cuanto a emisiones históricas, capacidad económica y acceso a tecnologías limpias. Sin embargo, eso no significa que podamos mirar para otro lado. Cada uno, desde su lugar, tiene un rol que cumplir.
Trabajo en un gasoducto, y soy consciente de que nuestra actividad tiene un impacto ambiental, especialmente por los venteos de gas que se liberan a la atmósfera. No es fácil convivir con esa realidad, pero tampoco es justo ignorarla. Mi contribución al cambio climático existe, y aunque no puedo eliminarla por completo, sí puedo buscar formas de reducirla.
Estoy empezando por informarme más, por cuestionar procesos que antes daba por sentados, y por conversar con mis compañeros sobre cómo podríamos mejorar. Tal vez no podamos cambiar todo de golpe, pero sí podemos empezar por pequeñas acciones: mejorar los controles, reducir pérdidas, proponer alternativas más eficientes.
Creo que el cambio empieza por reconocer nuestra parte en el problema. Y aunque mi trabajo está ligado a una industria que contamina, también puede ser parte de la solución si se gestiona con responsabilidad y conciencia.