Entiendo que las emisiones no están equitativamente distribuidas. Según datos presentados por organismos internacionales como el Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC), el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), la Agencia Internacional de la Energía (AIE), la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) y el World Resources Institute (WRI), el sector energético (combustión de carbón, petróleo y gas para producir electricidad y calor) es la fuente dominante de gases de efecto invernadero, con un peso aproximado del 27 % de las emisiones totales. Le siguen el transporte, la industria y la agricultura, donde el metano (CH₄) y el óxido nitroso (N₂O) tienen un papel importante.
A nivel de gases, el dióxido de carbono (CO₂) representa cerca del 78 % de las emisiones, mientras que CH₄ y N₂O aportan alrededor del 13 % y el 6 %, respectivamente. Por tanto, los países que dependen fuertemente de combustibles fósiles o con grandes sectores agroindustriales contribuyen más. Además, las responsabilidades históricas son desiguales. Las naciones industrializadas llevan emitiendo desde la revolución industrial, generando la mayor parte de las acumulaciones actuales. Sin embargo, las economías emergentes como China, India, Brasil han incrementado rápidamente su contribución en las últimas décadas. En consecuencia, la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático reconoce en su Artículo 3.1 que las Partes acuerdan que la protección del clima debe hacerse “sobre la base de la equidad y de conformidad con sus responsabilidades comunes pero diferenciadas y sus capacidades respectivas”. En consecuencia, “los países desarrollados deberán asumir la iniciativa en la lucha contra el cambio climático y sus efectos adversos”, incluyendo el liderazgo en la reducción de emisiones y el apoyo financiero y tecnológico a los países en desarrollo.