Después de ver la charla de Sergio Federovisky, me quedó dando vueltas la idea de que el cambio climático no es solo una cuestión de responsabilidad compartida, sino más bien una responsabilidad claramente desigual. Todos contribuimos de alguna manera, pero no todos tenemos el mismo nivel de impacto ni las mismas posibilidades de actuar.
Federovisky critica muy bien la figura del “hombre verde”, esa persona que recicla, anda en bicicleta o compra productos ecológicos y siente que con eso ya está salvando al planeta. No digo que esas acciones no sean importantes, pero él nos hace ver que muchas veces funcionan como una especie de consuelo. Es más fácil cambiar nuestros hábitos individuales que cuestionar las estructuras económicas y políticas que realmente están detrás del problema.
Me parece que ahí está la clave: la responsabilidad existe en distintos niveles. Como ciudadanos podemos y debemos ser conscientes, pero los grandes cambios tienen que venir de quienes toman decisiones sobre energía, transporte, industria o deforestación. Si no hay una transformación profunda desde esos lugares, nuestras pequeñas acciones terminan siendo insuficientes.
En mi caso, la charla me hizo reflexionar sobre cómo equilibrar lo personal y lo colectivo. Creo que sí debemos asumir nuestras responsabilidades individuales, pero también usar nuestra voz para exigir políticas más justas y sostenibles. En definitiva, el cambio climático no se resuelve solo con “personas verdes”, sino con una sociedad que entienda que la sostenibilidad no es una opción, sino una obligación compartida, aunque desigual.